No parece que con el título de
este artículo estemos descubriendo nada nuevo.
Se tiene como sensación general
en nuestro país que los delincuentes y asesinos pasan menos tiempo en la cárcel
que los pobres y los indefensos. Esto puede remitirnos a una afirmación
equívoca, como si alguien con mucha influencia los estuviera respaldando.
Fue a mediados del año 2.022
cuando la banda terrorista denominada ocho machetes, formada por unos muchachos
carentes de civismo y de moral humana, decidieron desestabilizar “la legendaria
paz reinante”. Una banda que tiene como principios éticos los saqueos a mano
armada, las torturas salvajes con armas blancas y los asesinatos públicos en
muchos de los casos, siendo las víctimas macheteadas inescrupulosamente, y que
en un periodo aproximado de medio año, sembraron el pánico y el terror en toda
la ciudad de Malabo.
A día de hoy, sorprende ver a
miembros del mismo grupo haciendo un manifiesto público en las redes y no de
arrepentimiento ni disculpas sinceras a la ciudad de Malabo y a sus víctimas,
si no de amenazas de muerte nuevamente y mostrándose como los verdugos.
¿Cómo han conseguido la libertad?
¿Quién firmó su inmunidad?
No basta que en Guinea no haya
arroz, no basta que los precios de los productos se disparen cada día de manera acelerada, no
bastan los escándalos sexuales que han mermado una vez más la dignidad del
guineoecuatoriano cara al exterior (si es que algún día la tuvo), ahora nos
regalan de nuevo el pánico, la sangre en las calles, los llantos, lamentos, la
tristeza, el sin vivir… en las vísperas de las navidades, fechas familiares,
fechas de felicidad, nosotros los ciudadanos de Guinea Ecuatorial nos veremos
nuevamente envueltos en mantas de desesperación y miedo.
¡Qué tanto hicimos para
merecernos todo esto!
Parece que la felicidad no está
hecha para nosotros…
Llevamos bastante tiempo metidos
en este abismo. Pasar hambre en Guinea es algo normal y lo hemos asumido, estar
sin trabajos ya no es novedad, vivir con miedos de prejuicios nos ha
caracterizado siempre; ahora hemos de admitir nuevamente que un grupo de
criminales nos mate también públicamente como animales.
¿Qué más hemos de hacer para
mostrar lealtad?
Vamos de desgracia en desgracias.
Claro, hay que ser optimistas, pero:
¿Cuándo seremos felices?
¿Cuándo disfrutaremos de nuestro
país?
Seguimos soñando y pidiendo una mínima luz de
esperanza y solidaridad, seguimos esperando las promesas hechas hace años y no
nos hemos cansado, seguimos aguantando porque el proyecto GUINEA ECUTORIAL, es
el proyecto y la prioridad para nosotros los guineoecuatorianos. No somos de
otro lugar, no pertenecemos a otra nación, no queremos pertenecer a otra
nación, nuestra identidad es nuestro país y lo amamos de corazón sea como
fuera, esté como esté y pase lo que lo que pase. Y esto último lo hemos
manifestado y demostrado en muchísimas ocasiones. Pero necesitamos la
correspondencia, un poco de reciprocidad, una empatía fundamentada en el amor
de hermanos.
El pueblo no es enemigo de nadie.
No nos meremos este trato…
Que los delincuentes regresen a
su hábitat, que se formen en humanidad y valores hasta que estén en condiciones
de incorporarse nuevamente en la sociedad con ideas claras de convivencia
basadas en el respeto, la tolerancia y el sentido común.
No es un ejército el que amenaza
a la población, es un grupo reducido de unos muchachos que dan la cara con
coraje y se enfrentan al Estado amenazando tanto al orden público como a la
salud pública. Omitir este manifiesto y pasar de largo esta amenaza nos hace
cómplices a todos.
Ya no pedimos nada
extraordinario, esta vez solo seguridad. La seguridad de poder vivir en nuestro
país sin estas amenazas ni estos miedos.
Siempre he creído que estas
célebres palabras de John F. Kennedy están llenas de humanidad: “No
preguntes lo que puede hacer tu país por ti, pregunta lo que puedes hacer tú
por tu país”.
Los pueblos y las personas que lo esperan todo
del papá Estado se atrofian y quedan anquilosados en un raquítico infantilismo.
No es el país quien hace grandes personas, sino viceversa. Solamente los
ciudadanos que libre y responsablemente aportan sus ideas y su trabajo son
capaces de levantar una nación y de contribuir eficazmente a su desarrollo
integral.
Sin el esfuerzo coordinado y
constante de los ciudadanos no se levanta ningún pueblo. Los pueblos no son
entes abstractos ni mágicos, sino la suma real y concreta de mujeres y hombres
que su imaginación, creatividad y trabajo dan origen a una cultura que es la
suma de todas sus pautas de pensar, de interpretar y de actuar. Y luego esta
cultura redimensiona y enriquece a su vez a los individuos que la han hecho
posible.
Un país progresa en la medida que
sus ciudadanos son capaces de ser constructores del bien común antes que buscadores
egoístas de su bienestar.
Nadie está en el mundo únicamente
para sí.
Estamos aquí también, y sobre
todo para los demás.
Benedicto Owon Mitogo