“El
verdadero demócrata es modesto” afirmaba el escritor francés Albert Camus,
en un artículo publicado en el periódico Combat, en febrero de 1947 titulado
Democracia y modestia. En este artículo, Camus pone de manifiesto que la
democracia es básicamente respeto, tolerancia y modestia.
En
una democracia nadie ni grupo alguno puede pretender poseer en exclusiva la
verdad cívica y mucho menos, imponerla. La verdad social auténtica es la que
sinceramente se busca con la ayuda de los demás. Autoencerrarse en los propios
argumentos, sin abrirse a las razones del otro o de los otros, es una actitud
antidemocrática que conduce irremisiblemente a la intolerancia y bloquea por
completo el diálogo político o de cualquier otra esfera social. Por tanto, el
verdadero demócrata no es altanero ni orgulloso, sino respetuoso y modesto. La
democracia es modesta y la modestia es una actitud auténticamente democrática.En
las democracias donde no hay participación ciudadana, la política se convierte
en una cuestión meramente técnica a la que solo tienen acceso los expertos de
los partidos. Sin participación ciudadana, las democracias languidecen y se
vuelven cada día más aburridas. Además, cuando la gente no participa y lo
espera pasivamente de los políticos, los problemas reales de la población
quedan sin resolver y hasta con el tiempo se agravan. Una manera de implicarse
en la vida política de las sociedades modernas de la actualidad, es a través de
las redes sociales.El
uso de las plataformas de redes sociales permite a las personas compartir
mensajes con una audiencia más amplia de una manera que antes no era posible.
Todo este intercambio ahora se puede lograr sin correr el riesgo de la censura,
una barrera común de los medios de comunicación tradicionales.
La
visión general del mundo considera el manejo de las redes como arma de acción
política, o como medio de conexión entre administraciones públicas y
ciudadanos, no es ya, por tanto, una mera posibilidad de futuro, sino una
realidad indiscutible. Ello se debe a su enorme eficacia como instrumento que
amplía el protagonismo de determinados grupos de la sociedad civil que hasta
ahora tenían una gran dificultad para establecer vínculos comunicativos entre
sí y con el público en general. Las redes sociales han devenido en una nueva
esfera pública capaz de emanciparse de muchas de las restricciones que nos
encontramos en aquellas que dominan en la mayoría de las democracias
nacionales, excesivamente dependientes de la organización del sistema de los
medios de comunicación tradicionales o de los procedimientos santificados por
los habituales cauces de comunicación entre ciudadanos y gobernantes.
En
nuestro contexto, no podemos ser indiferentes ni nadar contracorriente a la
evolución que exige el mundo moderno en sí mismo.
El
uso de las redes sociales en nuestro país no puede verse malinterpretado ni
restringido solo porque ilustran una realidad determinada y ponen de manifiesto
la verdadera esencia de lo que es Guinea Ecuatorial. Sería absurdo.
La vida en los últimos años en nuestro país se
puede resumir en una mezcla de horror, ansiedad y miedo y no son las redes
sociales las que han causado esta situación, ellas solo ilustran, enseñan e
informan con claridad los distintos fenómenos sociales que nacen a diario en
nuestro entorno. Participan directamente en el desarrollo de las democracias de
las nuevas sociedades y se nota su implicación en la lucha contra las
injusticias. Si nuestra sociedad se considera demócrata ha de respetar el uso y
el buen uso de las redes sociales con sus diversas enseñanzas y ventajas.
Restringir
el uso de estas redes sociales en un país o controlar el pensamiento sobre ¡Qué
se ha dicho! ¡Quién ha dicho! ¡Qué se publica! ¡Quién publica! sería un acto de
abierta intransigencia, una falta de respeto a la intimidad de las personas y,
una coerción a las libertades de los ciudadanos en un Estado denominado
democrático.
No
se puede evitar publicar y denunciar la sospecha de las repentinas muertes de
los jóvenes, la desaparición de los niños, la falta de trabajos en todo el
ámbito nacional, el maltrato de los supuestos superiores a los que consideran
súbditos, las amenazas respaldades por influencias políticas, la crisis que
diezma a la población y la mísera situación de vida del guineoecuatoriano en
general. No se puede seguir ocultando estas realidades y, las redes sociales no
son las culpables de estos fenómenos ni los han causado.
Si
el supuesto e imaginario proyecto del desarrollo y bienestar del país diseñado
en las redes sociales no cala con la realidad tangible palpada y vivida en
carne de las victimas que formamos la sociedad en general y hacemos eco de su
malestar, no pueden ni deben nuestros expertos buscar culpables en un medio tan
democrático como lo es la red social. Si así fuera, Guinea Ecuatorial se
convertiría en el primer país en la historia de la vida en denunciar y culpar a
las redes sociales de estar frenando su desarrollo y crecimiento como país
moderno.
Pero,
sería absurdo. Totalmente absurdo.
Dejemos
ya las especulaciones baratas.
Lo
que importa de verdad es educar para democracia. Esta es la tarea prioritaria
que nuestro país ha de tener a nivel cívico. Sería una terrible paradoja
tener una democracia sin demócratas. Quienes vencen en las urnas no
están exentos de la necesidad de convencer y quienes votan libremente cada
siete años no pueden luego despreocuparse irresponsablemente de la marcha del
país.
La
participación solidaria en la construcción del bien común es la esencia de la
democracia. Gobernantes y gobernados nos debemos a esta regla de oro.
Practicarla adecuadamente significa el futuro de la democracia.
Benedicto Mitogo