Estados Unidos se encuentra en la
antesala de una compleja disyuntiva geopolítica en el Cuerno de África. La
reciente oferta del presidente somalí Hassan Sheikh Mohamud de ceder el control
de cuatro enclaves estratégicos, los puertos de Berbera y Bosaso y las bases
aéreas de Balidogle y Berbera, podría ampliar la huella militar estadounidense
en una región clave, pero también encender nuevas tensiones en un país ya
fragmentado por conflictos internos y rivalidades históricas.
Resulta que los emplazamientos ofertados
por el mandatario somalí, Hassan Sheikh Mohamud, se hallan fuera de su control
efectivo del gobierno federal. Dos de ellos se encuentran en Somalilandia, un
territorio que ha funcionado como Estado independiente de facto desde 1991,
mientras que los otros dos están ubicados en Puntlandia, región autónoma que ha
roto recientemente sus vínculos con Mogadiscio. La decisión de Washington
podría tener repercusiones de amplio alcance, tanto en términos de seguridad
como de diplomacia internacional.
La misiva enviada por el presidente
Mohamud a Donald Trump, destaca los beneficios estratégicos de los activos
ofrecidos: "garantizar un acceso militar y logístico ininterrumpido"
y evitar la penetración de potencias rivales. Pero la reacción de Somalilandia
no se ha hecho esperar. El ministro de Exteriores, Abdirahman Dahir Aden,
calificó la propuesta esta como "desesperada" y advirtió que Estados
Unidos debería negociar directamente con Hargeisa. “Saben con quién tienen que
tratar”, afirmó.
La posibilidad de un acuerdo paralelo
entre Washington y Somalilandia ha alimentado especulaciones sobre un eventual
reconocimiento oficial del enclave separatista, algo que trastocaría
profundamente el equilibrio regional. Berbera, en la costa del Mar Rojo, no
solo cuenta con un puerto modernizado por DP World, sino también con una pista
de aterrizaje de más de cuatro kilómetros, construida por la Unión Soviética y
arrendada en su momento por la NASA.
Somalilandia, con cinco millones de
habitantes y una trayectoria de estabilidad comparativa, busca desde hace tres
décadas ser reconocida como Estado soberano. En 2024 estuvo cerca de lograrlo,
al firmar un acuerdo con Etiopía para otorgarle acceso al mar a cambio de apoyo
diplomático. Esta alianza generó fricciones con Somalia y Egipto, y contribuyó
al deterioro de la seguridad regional.
La situación es similar en Puntlandia,
donde el puerto de Bosaso representa otro punto neurálgico. La región declaró
su independencia de facto en marzo de 2024 y mantiene acuerdos con Emiratos
Árabes Unidos para el uso de sus infraestructuras estratégicas. El Grupo Lootah
modernizó el aeropuerto, y se sospecha que existen instalaciones militares
emiratíes en la zona.
En paralelo, la insurgencia de
Al-Shabaab intensifica sus ataques. En Shabelle Medio, los enfrentamientos se
han recrudecido en un 50 % con respecto al año anterior. El intento de
asesinato del presidente somalí en marzo de 2025 subraya la fragilidad del
Estado y su dependencia de apoyo militar externo. También se han registrado
avances del Estado Islámico en Puntlandia y brotes de violencia en Jubalandia.

Las operaciones de Estados Unidos,
canalizadas a través de AFRICOM y su unidad de élite Danab, no han logrado
revertir el deterioro de la seguridad. El New York Times reveló conversaciones significativas
sobre el cierre de la embajada en Mogadiscio, señal de la creciente frustración
de Washington. Mientras tanto, Turquía refuerza su influencia a través de su
base militar en Mogadiscio y el despliegue de la Compañía de Defensa SADAT.
El dilema estadounidense está claro:
colaborar con Mogadiscio podría implicar enfrentarse a Somalilandia, mientras
que reconocer a ésta implicaría aislar a un socio federal y generar un efecto
dominó de secesionismo en África. Además, molestaría a aliados como Egipto,
Turquía y la Unión Africana.
Por ahora, Estados Unidos mantiene su
principal base en Yibuti, pero la posibilidad de establecer nuevas
instalaciones en el Golfo de Adén podría consolidar su presencia frente al
avance chino y ruso. Un acuerdo con Somalilandia, aunque no implique reconocimiento
formal, podría ser interpretado como un respaldo diplomático decisivo.
El futuro de Somalia, una nación
fragmentada y acosada por conflictos internos, podría definirse en los próximos
meses. La decisión de Estados Unidos será un parteaguas, o apuesta por la
estabilidad a través del gobierno federal, o se alinea con actores locales más
eficaces en el terreno pero fuera del marco legal internacional. En ambos
casos, la factura política y estratégica será alta.
Ndze Biyoa Asuhe