“La
inculta-cultura” es la frase que define la impotencia del ciudadano de nuestro
país.
Para
comprender la historia de la que es sujeto el ser humano, es preciso remontarse
muchos millones de años atrás en el tiempo. Sin embargo, entender nuestro
pasado nos ayuda a entender el presente y futuro sin especulación alguna. Las etapas históricas de la humanidad dividen
la historia en periodos largos que comienzan y terminan cuando se produce un
acontecimiento importante para los hombres.
En general, podemos
distinguir las siguientes etapas de la historia: la prehistoria (Es la etapa que comienza
con el origen de la humanidad hasta que surgió la escritura con las
primeras civilizaciones, es decir,
aproximadamente 4.000 años antes de Cristo); la Edad Antigua (Comienza cuando
aparece la escritura, que supone un gran acontecimiento en la historia, y termina en el
momento en que cayó el Imperio romano, es decir, en el siglo V después de
Cristo); la Edad Media, la Edad Moderna y la
Edad Contemporánea.
Desde
las confesiones religiosas hasta el más remoto manifiesto de las disciplinas
científicas, todos en sí poseen un denominador común; es decir, la celebración
de un acontecimiento importante en la vida del hombre. Este fue el nacimiento
de un sujeto que determinó el curso del tiempo y la historia. Se le coloca en
el centro de la división de las etapas de la historia, marcando para ello entre
el antes y el después de su existencia. No es casualidad que los historiadores
y científicos utilicen siempre las abreviaturas archiconocidas como el (aC y el
dC). Es la manifestación clara de un acontecimiento que ha marcado la historia
de la humanidad desde los orígenes hasta las tempranas manifestaciones.
La
historia que define nuestra era es “Cristocéntrica”.
Este
cristianismo se ha entrelazado intrincadamente con la historia y la formación
de las sociedades. A lo largo de su historia, el cristianismo ha sido una
fuente importante de servicios sociales como la escolarización y la atención
médica; una inspiración para el arte, la cultura y la filosofía; y un actor
influyente en la política. El calendario gregoriano ha sido adoptado
internacionalmente como el calendario civil; y el calendario mismo se mide
desde el nacimiento de Jesús.
La
influencia cultural del cristianismo ha sido muy grande. Los eruditos de esta
religión preservaron la alfabetización, la fundación de las universidades
europeas; la Biblia y la teología cristiana han influido en el pensamiento de
los filósofos y activistas políticos en la creación de nuevas teorías que
defiendan los derechos humanos. Etc…
En
resumen, el cristianismo ha contribuido al progreso en una amplia y diversa
gama de campos tanto históricamente como en los tiempos modernos incluyendo la
ciencia y la tecnología.
Puestos
en escena:
Sin
remitirnos a ninguna investigación profunda, y mirando los alrededores de
nuestra tétrica situación, palpamos de lleno una realidad pintada de mucha
simpleza. Está sonando en la sociedad guineoecuatoriana una voz recóndita con
características regazadas de un contingente perdido en las ensoñaciones de un
país que ha alcanzado la plenitud del fracaso y siguen a día de hoy buscando al
culpable en la inculta-cultura que, ni tienen ni conocen.
¿Es
por tanto el cristianismo el verdadero problema de la sociedad guineoecuatoriana?
Es
fácil culpar a un abstracto. O mejor, no hay peor ciego que el que no quiere
ver.
El ciudadano guineoecuatoriano es peor que el
Quijote, lucha contra enemigos abstractos cuando el verdadero problema
permanece encubado en sus propias narices.
La religión que ha dado poder a occidente en
todos los sentidos, está siendo atacada y considerada principal culpable del
fracaso de un país incapaz de alimentar a un millón de habitantes, no porque lo
dicte la moral cristiana (el ejemplo es occidente…), sino porque en nosotros no
cabe el concepto de moral, ni de justicia, ni de virtud… y si esta (la religión
cristiana) no es la religión de nuestros antepasados (como bien sostienen los
autodenominados melanistas rezagados) ¿Cuál es la estructura religiosa,
política, sociológica, moralista, psicológica, metodológica incluso
antropológica actual del melanismo?
La
religión es tradición y cultura. Si mantenemos el melanismo, mantendremos
todavía más su jerarquía estructurada y sus prácticas. Por tanto. ¿Hemos de volver
a conservar el cráneo de una persona sin pudor o dignidad alguna?, o más bien
¿la mujer ha de seguir siendo sometida y desvalorada en la sociedad? O más bien
¿regresamos a vestirnos en taparrabos? ¿hemos de volver al analfabetismo? ¿O
vivir inmersos en la ignorancia de las exigencias de las nuevas sociedades
tecnológicas?...
No
es el cristianismo el problema de la sociedad guineocuatoriana. La impotencia
de no poder apuntar con el dedo a los sujetos que en términos absolutos crean
malestar y reducen la vida del ciudadano de nuestro país a una inexistencia
radical, hace que en estos surjan delirios y busquen culpables donde no los
hay.
El
ciudadano guineoecuatoriano se ha convertido en el corredor que nunca llega a
meta. Más de cincuenta años de historia dividida en dos repúblicas, seguimos
sin contemplar acontecimientos que definan la verdadera identidad del
guineoecuatoriano. Lo único que nos une es el hambre, la miseria y el miedo, el
resto son meras especulaciones…
Este
sufrimiento encuentra su alivio en la fe cristiana que promete al menos una
esperanza escatológica en Cristo Jesús, que le entrega una dimensión y
orientación totalmente nueva al sufrimiento personal y social.
Como
sabemos, Nietzche reconoció la identidad del cristianismo como “una nueva forma
de vida”. Cuando traducimos la sentencia nietzcheana al lenguaje secular,
enfatizamos que el compromiso militante que apunta al horizonte de un mundo más
humano y solidario no se reduce simplemente a una forma de pensar, sino que
implica una forma de vida capaz de modificar el mundo hacia la vivencia de la
concordia humana y la equidad social. Es necesario precisar que la perspectiva
cristiana y el horizonte humanista, constituyen dos percepciones antagónicas.
Pues nada que sea verdaderamente humano es ajeno a la opción cristiana. Este es
el verdadero propósito de la región cristiana, vivir en comunión con Dios y con
los demás.
Benedicto Mitogo