Benedicto Mitogo O.
Esta situación subraya la creciente relación de dominio entre el poder eclesiástico y el poder político en Guinea Ecuatorial, lo que pone en duda la capacidad de la Iglesia para actuar de manera independiente en el futuro.
En una serie de acontecimientos que ha conmocionado tanto a la Iglesia como a la población de Guinea Ecuatorial, el arzobispo de Malabo ha sido objeto de una controversia sin precedentes, en la cual parece ceder ante la influencia del ministro de Justicia del país, presenciándose en una reunión convocada por este cuando podía haber delegado a su Vicario u otro representante, que fuese de la misma escala jerárquica del ministro.
Esta relación de distintas esferas de poder, ha sido objeto de especulación y debate durante los últimos años, generando preguntas sobre el equilibrio entre la Iglesia y el Estado en el país.
La Iglesia Católica en Guinea Ecuatorial ha tenido históricamente un papel importante en la vida social y política del país. Aunque su influencia ha variado con los años, no cabe duda de que la figura de sus representantes, ha sido clave en la esfera religiosa. Sin embargo, muchos de ellos se han visto recientemente envueltos en una controversia en la que parecen ceder su autonomía frente a las presiones ejercidas por figuras del del poder político.
Recientemente, una serie de decisiones y actos públicos de muchos de los dirigentes de la Iglesia local, han generado incertidumbre entre los fieles y los observadores. En ocasiones anteriores, los líderes religiosos habían sido figuras moderadas, conocidas por su postura firme en cuestiones morales, sociales y políticas. No obstante, en los últimos tiempos, su comportamiento ha cambiado radicalmente. Fuentes cercanas al círculo eclesiástico afirman que muchos de ellos han cedido su autoridad ante las presiones del poder opuesto, quien ha logrado imponer su influencia sobre las decisiones que los religiosos solían tomar de manera independiente.
Un aspecto clave de esta relación es la creciente intervención del ministro de Justicia en cuestiones de Teología pastoral y el Magisterio de la Iglesia, lo que ha alarmado a muchos dentro del clero.
¿Cómo puede un ministro de Justicia dar pautas de acción y dirección a la Iglesia, una institución sabia e independiente, llena de valores, que mantiene su estructura interna y ha sobrevivido durante 2025 años?
Es un insulto a la Iglesia…
La Iglesia es la que ha de enseñar al Ministerio de Justicia lo que es la justicia y su importancia. No viceversa.
Esta relación Iglesia – Estado, también plantea preguntas sobre la independencia de la Iglesia en un país poco tolerante en cuestiones políticas. A pesar de los esfuerzos de la Iglesia para mantenerse al margen de las disputas políticas, parece que muchos lideres políticos están ejerciendo una presión cada vez mayor para que las autoridades eclesiásticas se alineen con las políticas del Estado, y lo están consiguiendo.
La situación ha generado una reacción mixta dentro de la comunidad católica. Algunos consideran que la Iglesia local está siendo pragmática al evitar conflictos abiertos con el poder político, mientras que otros lo ven como un signo de debilidad frente al poder político (Si estoy bien con Dios, no me importan los ángeles).
Además, la sociedad civil ha expresado su preocupación por la creciente falta de autonomía de la Iglesia frente a la política. La separación de poderes, fundamental en cualquier democracia, parece estar siendo cada vez más difusa en Guinea Ecuatorial, lo que podría llevar a un mayor control sobre otras instituciones importantes (la Iglesia local de Guinea Ecuatorial acaba de ser pisoteada).
La relación entre la Iglesia y el Estado debe estar basada en el respeto mutuo, sin que ninguna de las partes pierda su identidad ni su misión. La Iglesia tiene una responsabilidad ética y espiritual ante su comunidad, y su función es guiar a las personas con principios que trascienden los intereses políticos. Ceder ante el poder político puede comprometer esa misión.
Al ceder ante el poder político, no solo se pone en peligro la credibilidad de la Iglesia, sino que se traicionan los principios que le dan legitimidad y fuerza en la sociedad. En lugar de sucumbir a las presiones, los líderes religiosos deben ser faros de esperanza y defensa de los derechos humanos, actuando con valentía y determinación para proteger a los más vulnerables.